De Cerca: Antonio García

Antonio García nació hace 66 años en el barrio cartagenero de Santa Lucía. Conocido y querido por los vecinos de la Ciudad Portuaria, se define como una persona que no es perfecta, con un poco de genio y nada rencorosa.

Reconoce que tiene muchos amigos porque su mayor alegría es ayudar a la gente. En la siguiente entrevista vamos a poder conocer de cerca a quien durante muchos años ha sido el vendedor de lotería más conocido de Cartagena. 

¿Cómo recuerda su infancia?

De manera muy agradable y emocionante. Me he criado en un barrio castizo que me lo ha dado todo… 

¿A qué se ha dedicado en su vida?

El trabajo por el que soy más conocido es el de lotero, en el que he ejercido durante 25 años, aunque también he sido lechero, zapatero, propagandista...

Recuerdo con mucho cariño los años que me he dedicado a vender lotería, ya que los compradores se dirigían siempre a mí con mucho aprecio. Mi jornada comenzaba a las cuatro de la mañana, cuando me iba a la lonja de pescado a vender, para continuar en la calle Mayor… Los domingos también me solía ir a Cabo de Palos. Respecto a mi jefe, lo recuerdo con mucho aprecio porque era muy buena persona. En la lotería he conseguido muchos beneficios, a pesar de que he sido un poco “golfillo”. 

Supongo que usted habrá repartido algunos premios a lo largo de su profesión ¿no?

En la Lotería sólo he repartido un gran premio. Posteriormente, en los iguales entregué cuatro. Aunque quisiera comentar que el mayor premio me lo dieron a mí, cuando mi amigo Federico Trillo, que todavía no estaba en el poder, entendió mi situación en la Lotería y me animó a trabajar en la ONCE, al igual que también recibí el apoyo de la Cofradía Marraja, a la que pertenezco desde hace muchos años. Gracias a mi cambio a la ONCE tengo un pequeño retiro con el que puedo sobrevivir. 

A lo largo de su vida, Cartagena ha sufrido un importante cambio ¿cómo lo valora usted?

En el ámbito de los valores creo que el cambio ha sido para mal. Antiguamente podías dejar abierta la puerta de tu casa y no pasaba nada. Existía el respeto, la disciplina y la educación.

En cuanto a las calles de Cartagena, considero que las han arreglado muy bien, aunque echo de menos la feria. El alumbrado también es muy importante. Cartagena ha cambiado, de manera general, para bien. 

¿Es usted un hombre de fe?

Sí, puesto que he estado varias veces al borde la muerte y sé que Dios me ha salvado la vida, a pesar de que en mi familia no son muy creyentes. 

Durante un tiempo pasé una crisis muy mala. El alcohol me mató, cuando falleció mi madre, y gracias a Cristo reconduje mi vida. 

¿Cómo vive la Semana Santa?

De una manera muy intensa. Es la fiesta más importante y bonita para mí y disfruto mucho saliendo en la Piedad y en el Vía Crucis del Socorro. 

¿Qué labor social lleva a cabo? 

En el Hospital de la Caridad ayudo a los enfermos. Darles cariño, confianza y amistad a los que lo necesitan, es una necesidad que tengo. Yo gracias a Dios tengo para comer y no necesito nada más para mí. 



Usted sabe que es una persona muy querida en Cartagena ¿le está agradecido a los cartageneros?

Por supuesto, se lo debo todo a Cartagena. Yo creo que los cartageneros me aprecian… El calor humano lo sentí muy cercano cuando me atropelló un coche. La gente se volcó conmigo y me llamaba a todas horas. Yo quiero a Cartagena.

¿Podría contar alguna anécdota graciosa que le haya pasado a lo largo de su vida?

Han sido muchas las anécdotas que me han pasado. Recuerdo de manera especial una de cuando tenía 13 años. Fui con mi madre a comprarme unos pantalones a una tienda y ella le solicitó al dependiente los pantalones, mientras yo estaba en el escaparate. Cuando sacó varios modelos, mi madre le comentó que los quería más pequeños… Y así hasta que el dependiente, desesperado, volvió a preguntarle mi edad a mi madre, y al ver que este no se lo creía, me llamó. Al tenerme frente a sus ojos, dijo que no tenía ropa para mí. 

Otra anécdota, es cuando una vez iba por la calle del Carmen, me cogieron por los brazos y me colaron en una papelera. Estuve cinco horas metido en ella hasta que me bajó un taxista. 

Finalmente, contar otra en la que estaba en el antiguo sótano del Mercado de Santa Florentina y una madre me agarró de la mano creyéndose que era su hijo. Mientras tanto, la mujer iba hablándome y la gente de los puestos me miraba asombrada al ver con la mujer que iba. Y cuando se dio cuenta de que no hablaba, se paró, me miró y empezó a gritar y a insultarme. Desde siempre me ha gustado hacer bromas.

¿Cómo cree que está la sociedad cartagenera hoy en día?

Hay gente buena y hay gente mala. En general la sociedad está un poco loca. Además, la crisis está haciendo que la gente se desespere y que no exista la alegría que había en antiguo. 

¿A qué se dedica actualmente?

A cuidar a los enfermos, como le he comentado anteriormente y a apreciar la vida dando paseos. 

¿Cambiaría algo de su vida?

Sí, me arrepiento de algunas travesuras que he hecho, pero siempre sin malicia. 

Por último, sobre Cartagena:

  • ¿Cuál es su rincón favorito? 

El quiosco de mi amigo Pepe, situado enfrente de la joyería Berga, la carnicería Vallés, de mis amigos de la Calle Canales, la farmacia de la Calle del Carmen y en general la Calle Mayor. 

  • ¿A qué cartagenero/a admira más? 

Es muy difícil decidirlo. Tengo muchos amigos que son muy grandes y muy buenos. Permíteme que no haga una preferencia. 

  • ¿Qué deseo pide para la Ciudad Portuaria? 

Que haya más trabajo y que la gente ame más al prójimo para que vuelva la alegría y se instaure la paz. 

Entrada publicada el 26/05/13