La Rambla de Benipila

La Rambla de Benipila, situada en Cartagena, es un espacio por el que transcurre agua durante unos pocos días del año, que vienen marcados por las características propias del clima Mediterráneo.

Según la Gerencia Municipal de Urbanismo, la rambla tiene 6.641m de longitud. Su inicio se encuentra en Cuesta del Ladrillar y a veces es confundida con la Rambla de los Barreros, con la que se junta en las inmediaciones de la Urbanización Mediterráneo de la Ciudad Portuaria.

En un principio la rambla encontraba su fin en el Mar de Mandarache (donde se sitúa el Arsenal), pero la importancia estratégica de la zona, militarmente hablando, hizo que, mediante una obra de gran envergadura, se desviara su desembocadura hacia la zona de la Algameca Chica, donde se localiza en la actualidad. 

Este suelo, por donde las aguas pluviales corren, posee unas características marcadas por la inestabilidad e irregularidad, debido a dos tipos de causas: las de la naturaleza y las humanas. 

Desde la perspectiva de la naturaleza, se produce un gran impacto en este espacio de interés debido a lo que conocemos como gota fría. La temperatura del agua entre el final del verano y el principio del otoño ronda los 30º, lo que provoca una abundante evaporación. Este vapor de agua, que hay en la atmósfera, es arrastrado hasta el litoral y junto al aire caliente que asciende, se producen precipitaciones que dan lugar a las inundaciones.

Las consecuencias de estas inundaciones, que históricamente ha padecido la ciudad y sus barrios adyacentes, se han intentado prevenir, a lo largo del tiempo, con la mano del hombre. Por ejemplo, en 1721 se proyectaron unas obras de encauzamiento, que resultaron deficitarias, puesto que dado el gran caudal que vertía la rambla, al recibir los aportes de las ramblas de Roldán y del Saladillo, consiguió romper varias veces el muro construido. Entonces se pensó en desviar el curso de estas dos últimas ramblas al Mar Menor, llevándose a cabo la obra, lo cual alivió mucho la rambla de Benipila. 

En la historia más reciente, las dos últimas actuaciones siguen demostrando el impacto del hombre en este espacio de interés: la red de interceptores pluviales de la zona oeste y norte de la ciudad, y el encauzamiento del último tramo de la rambla de Canteras, en su conexión con la de Benipila.

El proceso de ocupación urbana de las zonas más aptas para inundarse ha ido acompañado, en ciertos casos, con la modificación radical de la red natural de drenaje, como anteriormente comentaba. El ser humano le ha ido dando diversos usos a la rambla, aparte de los ya comentados. Ha sido y es un espacio donde tienen lugar rutas (senderistas, en bicicleta, a caballo…), donde el ganado se pasea (produciendo un fuerte contraste en las zonas más pobladas), donde los jóvenes realizan actividades contraproducentes para el medio (y para ellos mismos), etc. 


Sin duda alguna, los impactos naturales y de manera más importante los que vienen de la mano del hombre, provocan un grave atentado contra las especies que ocupan este espacio. 

En cuanto a la vegetación, destacan los juncos, las sosas, la caña y, aunque no son de esta zona, los eucaliptos.

Los animales de mayor presencia, por ser el grupo mejor adaptado, son los insectos: moscas, mosquitos, tábanos, escarabajos, luciérnagas, mariquitas, libélulas, mariposas, etc. Otros animales característicos son: lagartijas, lagartos, carricero común, buitrón… 

Si no fuera porque algunos de estos animales ayudan al ser humano a mejorar las condiciones ambientales y de salinidad, este espacio de interés se encontraría en una situación mucho menos deseable...


Entrada publicada el 08/12/13 | Actualizada el 17/12/16